jueves, enero 14, 2010

Días que son Grises

Me duele hasta la alegría. Fue algo que estuve a punto de decirte hoy, pero que llegué a omitir, por considerarlo un tanto novelesco y fuera de lugar. Lo cierto es que te amo y nada va a cambiar este hecho.
Llueve, y veo como esta lluvia nos ha empapado los huesos y los corazones. Es temprano aún, aunque casi ya sea de tarde, y la atmosfera se torne más que fúnebre. Exactamente como me gusta la mayoría de las veces; sombría y callada, goteando el último hálito de vida que le queda al día. Pero hoy es diferente, hoy necesito de una tarde soleada de campos verdes, de días de playa, de niños corriendo alegremente en algún jardín, de esas tardes en las que uno se desabotona un botón más de lo acostumbrado por no ser soportable de otro modo. Pero sé que nada lo que haga ahora cambiará esta turbulencia inesperada, tan sólo el seguir firme y esperar a que pase pronto, sujetarme fuertemente contra algo y tomarte de la mano por si el viento se acrecienta y arremete contra mí, o contra ti que sería mucho peor. Ponernos a buen recaudo bajo una cubierta que nos permita secar nuestros huesos ya húmedos y un tanto débiles de tanto haberse mojado en el camino, pero juntos que es lo que importa. No hay más y aunque hayan días tristes y negros de fuertes oleajes o de tempestades cataclísmicas, lo soportaremos juntos de la mano protegiéndonos el uno al otro. Total, todos los días acaban y vuelven a empezar en un ciclo continuo y un tanto discorde; incluso hasta los más turbulentos. Es cuando estos días pasan que descubrimos que nos hicimos más fuertes, que nuestros huesos se secaron y que nuestro corazón late más fuerte. Y que podremos soportar otro día negro juntos, aunque este sea peor que los anteriores.

Diego A.

1 comentario:

  1. Me encanto. Luego de tiempo uno verdaderamente comprende las cosas en su real magnitud

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