sábado, agosto 21, 2010

Una Historia de Naranjas

Lo brillante de no hacer nada, de quedarse sin ideas; seco como una vieja naranja, es que tal vez un día, el menos pensado abres los ojos miras el cielo o simplemente el techo de tu cuarto y te das cuenta de que verdaderamente no estabas seco ni podrido; y mejor aún que no eras una naranja.
Sino que eres un hombre al que le dijeron que era más cómodo ser una naranja, y terminó por creer como muchos que habían nacido predestinado a ser una de ellas. Fue así que te empeñaste en conocer a profundidad la materia teniendo como fin ser la mejor naranja que existiese. Por eso cuando descubriste que las naranjas no se mueven por si solas; dejaste de moverte. Cuando te enteraste de que las naranjas no van a la escuela, dejaste de lado los libros porque no era necesario aprender; total en tu vida de naranja de nada te servía el haber leído algún libro, es más las naranjas no saben leer, pero tú ya sabías y no lo notaste, y seguiste empañado en cumplir tu destino de naranja. Te sentías redondo y naranja, completo y naranja por lo que dejaste de lado la búsqueda de tu verdadera media naranja. Total eras única, redonda, completa y naranja, y no necesitabas de medias partes pues tú por ti misma eras omnipotente en tu mundo habitado de naranjas disfuncionales.
Pero un día te pudriste tal y como todas las naranjas lo hacen en algún momento, ya no te sentías tan naranja como antes. Pero tampoco era tan malo, seguías teniendo tu mundo aunque ya no tan naranja como antes. Con el paso del tiempo deseaste ser hombre, al ver como tu vida se esfumaba, y como tu ciclo llegaba a su fin. Sabías que no había más remedio, que el morirse seco y podrido. Fue entonces cuando ante lo fatal de tu destino de naranja despertaste asustado y descolorido; viste lo que había a tu alrededor, y te alegraste de que no fuera naranja como siempre habías querido.

Diego A.

jueves, agosto 05, 2010

Fragmento I (Novela)

La música electrónica retumbaba con fiereza en sus oídos, y lo hacía desorientarse de vez en cuando, cada vez más pero esto, parecía no importarle, por el contrario se sentía más que bien, feliz, contento y extasiado. Daban las 3:30 am y a estas alturas de la madrugada, tenía la cara sumida en un profundo hormigueo, los ojos disparados y no coordinaba bien los movimientos, sabía que estaba bien borracho. Las copas de whisky, champaña y pisco habían anulado por completo su razón, su cordura y sobretodo su discreción, ahora se sentía flotando sobre las nubes, ávido de ser notado por todos los concurrentes al espectáculo de aquella noche.
Santiago Méndez, estaba borracho y sentía que “El Medieval” era parte de su ser, o más bien al revés, que él era parte de ese ser cabaretero macizo de cemento y fórmico llamado “El Medieval”.

                                                                         ***
Cuando despertó todavía estaba borracho y con una fuerte resaca que le remecía la cabeza y el cuerpo entero, se encontraba recostado en su cama, con la ropa del día anterior aún puesta, y a su lado estaba Mery-Ann, su esposa, que parecía estar sumida en un profundo sueño a pesar de que ya era de día y el sol le tostaba los pies al colarse por entre las ventanas de la habitación. Se levantó suavemente intentando no despertarla, pues lo más probable era que se hubiera quedado en vela toda la noche esperando a que él llegara o que al menos le contestase el celular que apagó en cuanto hubo llegado a “El Medieval” para evitar ser interrumpido.
Mery-Ann tenía puesto un babydoll muy discreto, en color rosa de tela liza, que le marcaban sutilmente las curvas de mujer joven y guapa...

Fragmento inédito extraído de la Novela "Érase una vez un hombre"
Diego A.

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