martes, enero 26, 2010

En medio de la negra noche

Es de noche y te pienso, mientras pienso que ya no debería pensarte. Sin embargo me es inevitable.
Está obscuro a mí alrededor y tan solo me pregunto si he de poder distinguirte en medio de esta negra noche que se nos cayó encima tan de repente y miro y busco, pero no te encuentro por ningún lado, todo está tan sombrío que no te veo, y tengo miedo de perderte, tengo miedo de que te esfumes incluso de esos etéreos momentos en los que apareces delineando tus formas perfectas en mis pensamientos con tintas del ayer.
No desfallezco y te sigo buscando, camino y tropiezo una y otra vez, pero no estás para tenderme la mano y guiarme hacia el camino como lo hacías antes, y a veces lloro sintiendo tu ausencia, mientras se forma un nudo en mi garganta y pienso en tu luz ya extinta y en lo lejos que he quedado de tu mirada y de tu sonrisa que se atesora en lo más profundo de mi corazón.
Y reparo en que te amo. Te amo aunque estés lejos, y aunque te siguiera viendo, pero sin poder acercarme, te seguiría amando, por negra que fuera la noche.
Insolado de soledad, no pretendo ennegrecer mi alma, es así que me olvido por completo del adiós y del olvido, adiós que no digo por la claridad de su contundencia, y olvido del cual no pretendo hacer uso por considerar un tanto malévolo y mezquino, y por no pretender querer en ningún momento, y en ninguno de los casos olvidarme de ti o darte un adiós en señal de despedida. Al contrario, prefiero permanecer tácito, amándote expectante, en medio de la negra noche por si regresas con esa tu luz brillante que me llena de amor y esperanza.
Diego A.

jueves, enero 14, 2010

Días que son Grises

Me duele hasta la alegría. Fue algo que estuve a punto de decirte hoy, pero que llegué a omitir, por considerarlo un tanto novelesco y fuera de lugar. Lo cierto es que te amo y nada va a cambiar este hecho.
Llueve, y veo como esta lluvia nos ha empapado los huesos y los corazones. Es temprano aún, aunque casi ya sea de tarde, y la atmosfera se torne más que fúnebre. Exactamente como me gusta la mayoría de las veces; sombría y callada, goteando el último hálito de vida que le queda al día. Pero hoy es diferente, hoy necesito de una tarde soleada de campos verdes, de días de playa, de niños corriendo alegremente en algún jardín, de esas tardes en las que uno se desabotona un botón más de lo acostumbrado por no ser soportable de otro modo. Pero sé que nada lo que haga ahora cambiará esta turbulencia inesperada, tan sólo el seguir firme y esperar a que pase pronto, sujetarme fuertemente contra algo y tomarte de la mano por si el viento se acrecienta y arremete contra mí, o contra ti que sería mucho peor. Ponernos a buen recaudo bajo una cubierta que nos permita secar nuestros huesos ya húmedos y un tanto débiles de tanto haberse mojado en el camino, pero juntos que es lo que importa. No hay más y aunque hayan días tristes y negros de fuertes oleajes o de tempestades cataclísmicas, lo soportaremos juntos de la mano protegiéndonos el uno al otro. Total, todos los días acaban y vuelven a empezar en un ciclo continuo y un tanto discorde; incluso hasta los más turbulentos. Es cuando estos días pasan que descubrimos que nos hicimos más fuertes, que nuestros huesos se secaron y que nuestro corazón late más fuerte. Y que podremos soportar otro día negro juntos, aunque este sea peor que los anteriores.

Diego A.

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