jueves, enero 08, 2009

Robandote un beso

Mientras ella hablaba, yo no podía dejar de contemplar como aquellos labios tan pequeños y gráciles me hacían una invitación secreta, tal vez sólo apreciada por mi cabeza adiestrada en técnicas premonitoriasLa verdad, es que podía verlo con una claridad ya deseada incluso por el célebre Leonó y su espada del augurio, de quien podría decirse que aprendí en gran parte esta habilidad que ahora me permitía divisar el sin numero de realidades paralelas venideras desde más allá de lo evidente. Fueron todas estas realidades avizoradas las que me llevaron a un mismo punto como un Aleph frenético impulsándome hacia su boca.

Yo la miraba mientras ella  me hablaba esperando el momento preciso para definir una de las realidades que acababa de ver. Ella, la mirada distraída, la mente puesta en su relato, al menos parecía que eso intentaba aparentar, pues yo, como mencione antes, me había percatado perfectamente de la situación venidera e inclusive había tenido tiempo suficiente para resolver en como tenía que actuar. Lo más seguro era que ella fingía hacer esto; el hablar distraída y con parcial abstracción, para que yo no me percatase de sus verdaderas intenciones, que en el fondo debían ser las mismas que las mías; el darnos un beso y tal vez pedirme luego ya con mucha más soltura que nos diésemos otro. Y así continuaríamos por un periodo más o menos largo de unos tres o cuatro meses, tomándonos de la mano en los recreos, compartiendo las galletas y los sándwich que nos mandaban nuestras buenas y siempre preocupadas madres desconocedoras hasta ese momento de aquella decisión que cambiaría el rumbo de nuestras vidas, pues hacía fines de Diciembre al llegar las vacaciones de verano del colegio, ya estaríamos comprometidos en matrimonio.

Continué observándola y me pude dar cuenta de que ella no contaba con que sus intenciones ya habían sido descifradas. De pronto hubo un momento de silencio; ella había terminado su relato entonces comprendí que ese era el momento. Era ahora o nunca cuando consumaría mi propósito de aquella tarde. Fue entonces que me abalancé sobre ella y torpe, sobre todo torpe y como pude, trate de juntar atropelladamente mis labios con los de ella. Y fue raro, me sentí sumamente extraño, no hubo hormigueo, ni luces, ni nada por el estilo, como lo había pensado. Tan sólo algo muy suave y húmedo que se resistía a mezclarse con mi aliento desodorizado por la ingesta de más de 20 tabletitas de clorets  que por cierto me habían dejado anestesiada por completo toda la boca.

Ella tenía los labios cerrados y ahora babeados por mi frustrado intento de robarle un beso, y en el rostro un gesto de extrañeza total. Se echo para atrás como si quisiera escaparse de mí, entonces la tome entre mis brazos con más fuerza y procure darle otro beso, pero esta vez más certero, fijo en el blanco tal y como había visto hacerlo a los galanes animados del canal 63. Pensé que ella ahora cerraría los ojos y se fundiría conmigo en un beso digo del cierre de un gran final. Pero no fue así, por el contrario noté como poco a poco sus ojos se iban enrojecieron y su gesto de extrañeza tornándose un poco más en algo de tristeza, miedo y desesperación. Con ello en mi ser surgió también una sensación extraña, similar a la que ella experimentaba; la diferencia era que en mi se producía debido al rechazo del que evidentemente me encontraba siendo victima. No sabía de qué iba esto, inicialmente lo tenía todo planificado e inclusive había determinado las posibles soluciones y respuestas, pero todo estaba sucediendo de un modo muy diferente.

Me pidió que me fuera, tenía los ojos llorosos, la mirada al suelo y la voz quebrada conteniéndose para no estallar en un mar de lágrimas. Obedeciendo sus quebradas súplicas, salí de allí tan rápido como pude, empapado por una gran dosis de extrañeza, y con un nudo en la garganta que me dificultaba en sobre medida la respiración. Fui directo al mueble de la sala, no recuerdo que pensaba, solo que me quedé dormido casi al instante, de seguro reflexionando sobre lo que había pasado, y en como habían fallado aquellas visiones que me indicaban, sucedería todo lo contrario.

Me quedé dormido, era tarde, habían pasado más de cinco horas de aquel penoso y frustrado primer acercamiento, donde ella había quedado deshecha llorando y yo con una sensación no menor a la que ella sentía. Mi madre que está parada en el umbral de la puerta habla con dos mujeres; una mayor y la otra aún joven, no las reconozco totalmente, al menos no desde mi somnolienta y alejada ubicación que supone el mueble de la sala. Cierra la puerta y veo como una furia invade sus ojos, finjo que duermo, aprieto bien los ojos, y un cucharón de palo resuena en mi cabeza mientras me toma una mano muy fuerte de la oreja. Lo siguiente que escucho es un: - CAMINA!! – . Un simple camina, que obnubila mi mente que intenta descifrar el por qué de la violencia desatada sin justificación alguna por parte de mi madre, tan religiosa ella, que me ha hecho salir de casa a toda prisa, sin importar que me diera el aire, y que ahora me lleva en dirección de la casa de ella, la chica a la que torpe y accidentadamente había tratado de besar esta tarde.

Hemos llegado a la puerta y durante todo el trayecto que felizmente no era largo, me han tomado de la oreja con bastante rudeza y esporádicamente he recibido uno que otro cucharonazo en la cabeza para que aligere el paso y así llegar más rápido. Durante todo el camino mi madre fue envuelta en un mutismo total, se le notaba contrariada e incluso algo decepcionada diría. Usando unos golpecillos débiles pero decididos ha tocado la puerta. Y mientras se acercan a abrirnos gira el rostro hacia mí y rompe su silencio:
– Vas a aprender a pedir disculpas, y a asumir las consecuencias de tus actos – me dice
– ¿Por qué actúas así?, en que he fallado al criarte, en que fallé mi Dios –  se repetía una y otra vez en un afán autolacerante como si yo hubiese perpetrado el más vil de los crímenes, sin embargo se trataba tan sólo de un simple beso aunque con miras a una futura relación matrimonial. Azuzado por sus gritos fue que entré en pánico y rompí en un llanto silencioso y culpable. La puerta se abre y salen dos mujeres, las reconozco, son las mismas que estuvieron hace un momento en casa. Era ella, mi amiga la niña a la que intente besar, su madre y su hermana. Ella les había confesado todo en medio de un mar de lágrimas. 

Lo siguiente, con las dos mujeres al frente, delante de mí fue emitir una disculpa y un descargo sobre mi versión de los hechos y entre un agudo llanto que me cortaban la respiración les conté todo, claro está omití un par de sucesos como aquellos donde visualizo los hechos venideros, que sin embargo me resultaron erróneos por completo, y otros pequeños puntos no convenientes en este momento de arrepentimiento. Cuando fue el turno de que ellas hablaran; me dijeron muchas cosas, las cuales, casi no recuerdo, alego esto al trauma inicial causado por mi madre llevándome a empujones por las calles hacia una disculpa más que vergonzosa.

De todo esto al fin y al cabo aprendí algo; y era que debía dejar de lado los dibujos. Atrás debían de quedar “Leonó y Los TundertCats”, “Goku y su nube voladora” y muchos otros de las cuales ahora prefiero no acordarme, ni mencionarles siquiera el nombre, pues habían provocado que en mi cabeza se forme un chichón tan protuberante como el Empire State y habían logrado que se estire mi oreja hasta limites insospechados, más allá de lo creíble.

Diego A.

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