martes, agosto 27, 2013

Las Señales, la gente y el destino


Baje del vehículo y pensé un poco sobre que era lo siguiente que debía hacer. Seguido contemplé la escena que se dibujaba frente a mis ojos y me deje llevar. Deje que mis piernas anden por si solas y me lleven al que era mi destino fijado para aquella tarde. Cuando menos lo imagine ya lo tenía al frente, el destino se había parado en mi delante y me miraba con ojos vidriosos reflejando el sol y apuntándomelo a la cara, sin embargo a pesar de tenerlo en frente, yo no sabía. No sabía que más hacer, que más decir, donde mirar, ni mucho menos que camino elegir.

Decidí dejarme llevar nuevamente y empezar recorriendo los caminos ya recorridos, comencé a avanzar entre gente con la que ya me había topado algunas veces, pero que hoy no me recordaba y la que verdaderamente yo tampoco acababa por recordar, al menos no del todo. Sin embargo, ellos, hoy se convertían en un medio hacia la expiación de mis propias culpas; ninguno dijo nada, ni siquiera emitieron una murmullo o una sola palabra que me guíe por el camino que venía siguiendo. Simplemente enmudecieron casi por completo, pasaron de largo delante de mí, como si yo no les importase. Total cada uno tiene un rumbo particular y muy diferente y debemos aprender a convivir entre gente que no siempre termina por querernos. 

Confieso que hubieron instantes en los que me sentí perdido, agobiado, hasta nació en mí la necesidad de suplicar por una palabra de aliento o un consejo amigo, pero nada de esto sucedió, entonces, acabe también por continuar mi camino en silencio respetando de este modo, la falta de sonoridad impuesta por los entes que hoy me acompañaban. Así continué, caminando sólo entre mucha gente por largo rato, hasta que de un momento a otro me hallé de pie frente a un altar, con todos los sueños apareciendo frente a mi copa. Fue entonces que me di cuenta que las figuras blancas ya no estaban más y que yo de algún modo u otro, penitente y en silencio había sido guiado por las señales dispersas que no siempre vemos, pero que a fin de cuentas siempre nos bendicen.
Me sentí afortunado, respire profundamente y expulsé hasta la última bocanada de aire negro que contuve en los pulmones durante todo este, el que fue mi camino.

Diego A.

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