martes, junio 22, 2010

Mi primer artículo 3 años después

Año 2007, miércoles 10 de enero, hora no precisada.
Me he dado cuenta que me gusta escribir, que quiero ser escritor, pero hay un problema; no sé nada al respecto. Y sobre todo no sé escribir bien.
Busco algo sobre el tema en internet y en algunos libros, pero no encuentro nada que me diga cómo hacerlo. Tiempo después he venido a comprender por qué nadie le enseña a uno cómo escribir o convertirse en escritor. Pero de eso no hablaré esta vez pues estaría violando una especie de código tácito existente desde hace ya bastante, entre los muchos que nos hacemos llamar escritores.
Para ese entonces tengo 19 años y he tomado una decisión no muy común, voy a ser escritor aunque nadie me diga cómo hacerlo y tal vez en el fondo, sea uno de los prospectos menos promisorios del mundo de las letras.
Y así decido crear un Blog para que alguien lea lo que escribo. Espero que el mundo entero, aunque eso del mundo entero termina quedándome un poco grande porque al final mis no tan asiduos lectores son unos pocos que por lo general son amigos míos, amigos que en cierta forma se encuentran un tanto obligados por vínculos sentimentales o de otra índole hacia mi persona.
“Sobre un nombre desconocido” titulaba mi primer artículo publicado, en la fecha antes mencionada, y en ese entonces como ahora no sabía que escribía. Tan sólo sabía que quería escribir.

Sobre un nombre desconocido

Ayer me puse escribirlo en medio de conjunciones inequívocas que no hacían más que delatar la resonancia de su ser en mi pecho.
Allí estaba ella, integra en sus sentidos, callada, sutil, dulce e imaginaria, como dibujada en mi mente por una ráfaga de viento.
Su nombre un misterio incierto e infinito, o tal vez un enigma develado hacía miles de soles y lunas.
Tal vez esto era lo que la hacía tan especial; su nombre, o quizá sea que este hecho no influía en lo más mínimo en aquello que la hacía tan diferente de las demás personas. Porque un nombre, no es más que eso, tan sólo un nombre; un conjunto de trazos delimitados y compartidos muchas veces por infinidad de seres.
Y para mí, ella era mucho más que eso y no podía delimitársele a ningún campo de lo comprensible o inimaginable. Ella a fin de cuentas era totalmente distinta a las demás personas que hubiera conocido y eso me gustaba, pero a la vez me daba miedo, porque en el fondo sabía; que tal vez se parecía demasiado a mí.

Diego A.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Destacados