
Ha
comenzado recordando las viejas historias y mientras las transcribe; recuerda
una faz lejana, le vienen a la mente muchos rostros; unos amigos, brillantes,
acogedores y otros cuantos un tanto opacos, solapados como maquinando tal vez algún
anónimo plan con repercusiones negativas para el ser que escribe.
Un
tiempo lejano también lo acompaña, mientras repara en que hacía ya bastante
tiempo que no reparaba en todo esto; lo ve tan lejanos a sus ojos que le parece
no haberlo vivido alguna vez como en realidad lo fue, sino más bien lo percibe
como un recuerdo impostado que forma parte de algún capítulo o breve fragmento
de una novela u otro cuento que alguna vez leyó o creyó escribir.
Ella
vuelve a tenerlo en los pensamientos mientras se recuesta en cama y cierra los
ojos, aunque no preciso de qué forma es que éste logra conjugarse con sus pensamientos;
sé que lo hace. Se mantiene unido a ellos, atado como en una conjugación
onírica que resplandece bajo un hado impredecible. Lo único cierto es que de
algún u otro modo él acaba por estar presente y robándole en una minúscula
parte, por lo menos, un trozo de su ser.
Son
muchas las interrogantes que se ciernen en su cabeza, las cuales no estoy en
facultad de revelar, pues son íntimas y ocultas incluso para ella misma. Piensa
en la conversación que ha quedado pendiente con fecha, lugar y hora fijada; y
mientras une los cabos que le quedaron sueltos esta noche preclara sus dudas se
acrecientan y ensombrecen su mente. Está por hallar las respuestas que tanto le
inquietaban y a los que en cierto grado les tiene un algo de recelo y de temor.
Teme al que dirán y a lo que va suceder de esa fecha en adelante.
A
él, por su parte lo embarga una dosis similar de desconcierto insospechado,
pero muy a pesar suyo y conocedor de lo difícil que será esto, está dispuesto a
asumir las consecuencias de los hechos, al punto de tragarse una parte del
mundo si esto fuera necesario; por difícil que parezca esto, está dispuesto a
hacerlo. Y se lo repite a sí mismo en un claro intento de reafirmar aún más su
decisión y mermar el miedo que también crece a cada instante dentro de su ser.
El
tiempo discurre y ahora la divisa a lo lejos. Se aproxima no con lentitud, sino
más bien con una rapidez que le acelera aun más el corazón; el verla allí a lo
lejos parada esperándolo lo vuelve discorde y vulnerable. Avanza unos pasos más
y ahora la tiene en frente, la mira con una ternura infinita, pues a pesar de
haber llegado tarde a esta posible última cita, ella lo ha esperado paciente y
linda con esa gran sonrisa que a él tanto le gusta, y al parecer sin la más
mínima intención de urdir el menor reclamo ante aquel hecho tan devastador; el
haber llegado tarde.
Ambos
se miraron fijamente, él le toma con la mano izquierda el rostro y un beso
acaba por unirlos aquella tarde, que inició como la última y terminó por
convertirse en la primera.
Diego A.
18/01/09
Como siempre, un relato excelente. Me gusta muhco tu manera de escribir, creo que lo haces muy bien, estoy ansiosa por mas material. Nos leemos.
ResponderBorrar